Alicia Stolkiner, titular de la cátedra de Salud Pública de la UBA, analiza los mitos, prejuicios y fantasías que genera una epidemia. La alteración de lo cotidiano, la conciencia de la muerte, las salidas individualistas.
–¿Cómo analiza el rol de los medios de comunicación?
–No me parece que estén cumpliendo cabalmente la función que debieran tener. Muchos tienen un reflejo espontáneo a la construcción alarmista de la noticia más que a la información. Pocos promueven una práctica solidaria entre la gente, una práctica de cuidado mutuo como eje del cuidado propio. Se insiste en la salida individual como estrategia. El más claro ejemplo es la recomendación del uso de barbijos. No sirven para no contagiarse, sirven para no contagiar al otro si uno está enfermo. Una situación de epidemia como esta sólo se puede enfrentar cabalmente con una responsabilidad social y colectiva. He visto muchas recomendaciones de lo que uno debe hacer para no contagiarse de otros y muy pocas de lo que debe hacer para no exponer a otros. En las situaciones de emergencia se puede potenciar lo peor de una sociedad o se puede reforzar los lazos sociales. Deberíamos insistir más en lo que podemos hacer conjuntamente, aunque la prevención nos desaconseje tocarnos o besarnos.
–¿Qué actitudes se pueden reforzar a partir de este escenario de miedo generalizado?
–La sociedad actual tiende a negar la muerte. Cualquier alteración que la ponga en el escenario produce mucha perturbación, conmociona. Salvo aquellas muertes que se rutinizaron. Fue necesaria la magnitud de un accidente como el que sufrió el micro que trasladaba a los alumnos del colegio Ecos, de Palermo, al chocar de frente con un camión conducido por un chofer borracho, para darnos cuenta del peligro del conductor alcoholizado. Y aun así, hay gente que protesta cuando le hacen el control de alcoholemia. De todos modos, siempre la negación se refuerza en la idea de que la enfermedad le sucede a otro por su particularidad o su diferencia. Esto puede favorecer conductas irracionalmente segregativas, como la de quienes apedrearon el ómnibus que venía de Chile con algún supuesto pasajero enfermo.
Este tipo de pandemia debiera romper con esta lógica. No se ha vivido una situación social como ésta desde las epidemias de polio de mediados del siglo XX. Incluso, la epidemia de VIH-sida se instaló con la idea de que le pasaba a otro. Esta idea de que le va a pasar a otro ya no es sostenible. La única manera de enfrentar este problema es reconociendo la amplitud y heterogeneidad del “nosotros".
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